En la primera de todas nací hombre.
Era más o menos el SXIV en el continente europeo y no recuerdo haberla pasado muy bien.
No era algo personal, supongo, pero yo era una curiosidad.
Recuerdo que todo comenzó en la pubertad cuando comenzaron a crecer.
Primero era uno pequeño que se fue volviendo cada vez más largo hasta que después crecieron todos juntos.
Los pelos de mi nariz eran una excentricidad y me tapaban la boca por entero.
Aunque mi madre me instaba a que los cortara, yo me negaba rotundamente.
No sé como explicarlo. Era como la amenaza de la castración.
Tenía un futuro promisorio al que renuncié abruptamente y me fui con el circo.
Toda mi virilidad estaba en juego y yo lo decidí sin pensarlo.
Yo creo que se trataba de esas cosas raras que tiene el destino.
En una de las tiendas la vi por primera vez.
Ningún hombre había querido tocarla pero yo ahí nomás metí mano y le toqué la barba.
Fue un flechazo. Me dio en el brazo. Era el arquero del circo que estaba practicando.
Ella me curó la herida con agua ardiente. Yo la besé con mis labios escondidos en sus labios porosos.
Lo raro es que la mujer barbuda y yo tuvimos siete hijos.
Todos lampiños.
No era algo personal, supongo, pero yo era una curiosidad.
Recuerdo que todo comenzó en la pubertad cuando comenzaron a crecer.
Primero era uno pequeño que se fue volviendo cada vez más largo hasta que después crecieron todos juntos.
Los pelos de mi nariz eran una excentricidad y me tapaban la boca por entero.
Aunque mi madre me instaba a que los cortara, yo me negaba rotundamente.
No sé como explicarlo. Era como la amenaza de la castración.
Tenía un futuro promisorio al que renuncié abruptamente y me fui con el circo.
Toda mi virilidad estaba en juego y yo lo decidí sin pensarlo.
Yo creo que se trataba de esas cosas raras que tiene el destino.
En una de las tiendas la vi por primera vez.
Ningún hombre había querido tocarla pero yo ahí nomás metí mano y le toqué la barba.
Fue un flechazo. Me dio en el brazo. Era el arquero del circo que estaba practicando.
Ella me curó la herida con agua ardiente. Yo la besé con mis labios escondidos en sus labios porosos.
Lo raro es que la mujer barbuda y yo tuvimos siete hijos.
Todos lampiños.